solitario,
mira hacia la ausencia (1953)
TIERRA AUSENTE,
NO HAS DE VOLVER JAMÁS
Por eso, cuando el
vientre sinuoso del alcohol te rodea;
cuando las luces de
las calles resbalan por tus ojos
como extrañas
bocas planetarias;
cuando -con los puños
ardientes- preguntas por el pasado que te escupe las entrañas,
tú escuchas,
bajo el eterno
y solitario corazón
de la noche,
el respirar, la angustia,
las historias anónimas
de millares de cuerpos
ya desvanecidos
bajo embelesos negros
y el incansable
sueño del tiempo
que hunde sus cinturas heladas.
¡Si pudiéramos
volver, si en los amargos grumos de la noche
oyéramos el
incesante rumor distanciado
del tren que avanza
al sur! ¡Si fueses tú el que vuelve,
en la inminencia fría
de nieve melancólica,
sin nada más!
Pero ¿por qué el regreso,
para qué ese
silencio de otras caras marchitas
que han de mirar sin
conocerte? Preguntarás en vano,
porque eres un extranjero
en el hogar de arena
que elegiste. Dirán
con gestos de cansancio:
¿Quién es
este que vuelve encallecido?
Y ahora recuerdas
el regreso de la vieja tormenta que sacude la casa.
Sientes la jubilosa
garganta de la tierra
en octubre encantado,
cerca de los volcanes.
Oyes la voz helada,
las funerales sílabas
del padre tenebroso
que nunca conociste.
Recuerdas unos inmensos
ojos de ternura inclinados
al borde de tu noche.
Y la tormenta oscura
-que muerde, temblorosa,
la casa desierta-
vuelve a inundar las
piezas solitarias.
Aparece en el cielo
el incendio de los bosques;
las cenizas cubren
la provincia. En la mañana
te despiertas y escuchas
las campanadas
de la lluvia y el violento
golpe de las ciruelas
al caer en el suelo.
Oyes que los vecinos
comentan, sigilosos,
los recientes temblores,
y un hálito de brujos
corrobora sus voces.
De improviso, y gloriosa,
ves surgir la mañana
-rápida, limpia, fría-
sobre el azul secreto
del lago, y en sensuales
sábanas desperezas
tus miembros recordando
la herida del amor
y de la amante.
¡Oh, vuelve,
vuelve, mágica
noche, si abrazados rodamos
por un espacio tibio!
¡Mágica noche tuya
y del amor, ya nunca
ha de caer tu tierra
rota con hachas asesinas!
¡Ya nunca, oscura boca,
has de volver a destrozar
olvidos,
mientras el tiempo
oscuro te trae, silencioso
-en esta habitación
que el Guadarrama mira-,
reunidos recuerdos!
¿No escuchaste en la noche
la voz del pájaro
maligno perdido entre los bosques,
no sentiste el brutal
desgarrón de la sangre
en cierta primavera,
cuando te despertabas solo
y un tibio resonar
de inmortales promesas
y deseos te mordían
en el lecho?
Y ahora sólo
el sueño
y la ausencia del tiempo
tiemblan en tu garganta.
La prodigiosa, insondable,
luz de Castilla surge,
brota desde la tarde
y sin embargo vuelves
las memorias a inmensas
cordilleras de nieve.
¡Oh días de
promesas solitarias sin nombre
junto a la lasciva
nieve, mientras la rata muerta
del silencio se alzaba
desde la cordillera!
¡Oh retorno imposible
de la amante escondida
que sepultada yace
buscando unas raíces!
Oyes las voces de muchachos
que vuelven
de un verano marino
y un letargo de arenas.
¡Oh, gira, gira, noche!,
¿no estás tranquila,
no esperas nada
de todo lo que duerme
detrás de aquellos pasos
sembrados en tu pecho?
Y algo se mueve ahora
en la noche y recorre
los corazones yertos,
y algo grita en salvaje,
desconocido llanto,
el lenguaje de oscuras
profecías. Y sientes la madrugada,
la inevitable y gloriosa
y desierta madrugada.
¡Oh tierra, tierra
ausente, no has de volver jamás!
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