solitario,
mira hacia la ausencia (1953)
ENCUENTRO EN EL
ANOCHECER
Bien dispuesta la
escena, todo brilla; las luces
tenues fingen siluetas
como frente a un estanque.
Es la noche que desciende
gloriosa
por la ventana; el
viento azota las paredes:
la risa desde el fondo
de la calle que tiembla.
En la pieza no hay
nadie. La puerta cruje y se abre.
Pasos, pasos de nuevo;
voces de nuevo,
tranquilamente vuelven,
decididas
para el amor que aguarda.
La escena está dispuesta.
¡Cuánto
tiempo sin vernos! La voz de ella se rompe
y apenas si contiene
un sollozo que nace.
Vuelve el rostro y
espera. ¿Te acordaste, lejano,
de un nombre que
mordía tu nombre en la distancia?
Pero qué
importa ahora. ¿No es cierto? ¿No te importa?
¡Qué estúpida
esa risa que de la calle viene!
No hay nadie, ahora
nadie contesta, nadie,
nadie responde. Entonces,
¿por qué, por qué has vuelto?,
interroga de nuevo.
Por las aceras sucias
un viento arrastra
largos papeles de periódicos.
Todavía me
pregunto por qué he vuelto si nada
queda ya entre nosotros,
dice el joven, y el viento
tiembla en su cuerpo
viejo.
Han estado perdidos,
pero ahora regresan
a un lugar donde todas
las cosas suceden.
Pero no hay nada que
decirse.
Él se arregla
el pelo, estira su vestido.
El silencio recoge
su puñal y asesina
la distancia que duerme
entre esos dos cuerpos.
¿Qué ha quedado
en la pieza,
y, ahora, entre las
luces de la calle mojada,
recordarán qué
gestos, qué cosas, qué recuerdos
vivirán por
un tiempo. breve de hastío y sueño?
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